La línea de continuidad… y la ceguera del cambio

En el cine hay un tipo, el script supervisor, o varios, que son los encargados de mantener la línea de continuidad dentro de la película en todos y cada uno de los detalles.

El supervisor de guión es el responsable último de asegurar que cada escena coincida de una toma a otra. Tiene la misión fundamental de apuntar y recordar todos los detalles: la ropa, la posición de todos los objetos, incluidos los actores, lo que estaban comiendo y hasta el nivel de bebida del vaso. Vamos todo lo que aparece en la pantalla.

A veces por olvido y otras por no volver a grabar y editar la toma estos errores pasan a la cinta final. Cuando esto pasa nos encontramos con los llamados errores de continuidad. Y no son fáciles de encontrar… al menos si la película nos tiene concentrados en la trama, si los vemos es que no es tan buena como cree el director o que la han puesto no menos de 100 veces en televisión.

Fíjate en este sano desayuno que comparten los amigos Julia Roberts y Richard Gere, se puede ver cómo le da un bocado a un croissant que momentos después se convierte en una tortita que ya tiene un bocado que, misteriosamente, desaparece al rato.

Esa extraña capacidad de percepción

Tenemos la tendencia a darnos mucho crédito cuando se trata de nuestra capacidad de percepción. Pensamos que vemos todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor, y más si esto pasa justo delante de nuestras narices. Pero la realidad es bien distinta tenemos un caso extremo de una visión de túnel. Somos capaces de centramos en lo que creemos ser importante y, a la vez, ignorar todo aquello que nos resulta familiar o que descartamos por irrelevante.

El por qué no vemos lo que le sucede a Julia Roberts hasta que sólo nos centramos en el desayuno es un ejemplo de la llamada ceguera al cambio. A menudo nos perdemos grandes cambios que pasan dentro de nuestro campo visual. Como en la película no podemos asumir que todo lo que pasa en la pantalla se vea. O, mejor, se perciba.

La lucha por la atención

¿Cuál es el número de notificaciones a las que estamos expuestos a diario? Todas las notificaciones luchando para captar nuestra atención. Twitter, facebook, email, whatsapp, llamadas de nuestras compañías telefónicas preferidas… Si ya fuera poco con nuestra limitada capacidad de percepción añadimos el agobio del llamado FOMO (Fear of Missing Out), lo que nos faltaba.

De todas formas seguimos pensando que cada día somos más multitarea que podemos hablar por teléfono mientras conducimos, miramos el twitter, comprobamos nuestro correo electrónico o escribimos un whatsapp mientras cruzamos la calle. Así que si queremos que nuestra información no se omita como el croissant de la Roberts tendremos que estar atentos al uso y al contexto del uso.

La atención top-down y la atención bottom-up

Convivimos con dos tipos de atención, top-down y bottom-up. La primera se produce cuando estamos buscando algo. Cuando prestamos más atención para cumplir un objetivo. Cuando estamos comprometidos con la tarea. En este caso buscamos pistas que nos orienten. Esta tarea requiere esfuerzo por parte del usuario así que tratemos de simplificar la carga cognitiva que el usuario tiene que soportar.

La segunda, bottom-up es la más primitiva. Está basada en estímulos. Y compite con todas las notificaciones, de las que hablaremos algún día, y los estímulos con los que vivimos habitualmente. En este caso lo importante en el diseño de la interfaz, del producto o del servicio es decidir, honestamente, la importancia que queremos dar al estímulo y, sobre todo, la importancia que realmente tiene para el usuario.

No se vosotros pero para mi tener que ver el botón rojo con el número de notificaciones pendientes en google + cuando lo único que quiero es buscar es una mala decisión sobre lo verdaderamente importante. Las notificaciones sobre quién me sigue o me deja de seguir no es lo importante en este paso y la decisión está tomada únicamente para que usemos google + cuando, en este momento sólo queremos usar el buscador. Resulta molesto.

A la hora de mostrar las notificaciones no deberíamos obligar a la gente a ver lo que queremos olvidando lo que quieren hacer. Lo que es importante. Lo que es necesario. O lo que es urgente.

Y, a partir de aquí, dar la información que necesitan de una manera que sea vista por ellos de la manera más eficiente sin olvidar que lo importante no es si desayuna un croissant o una tortita sino si la chica se va con el protagonista o no.

Publicado mas o menos el 8 de mayo de 2013 a las 2:10 am por César García Gascón, archivado en las categorías Diseño de interacción, Experiencia de usuario, UX y etiquetado cómo , , , , . Siéntete libre de comentar un poco más abajo si quieres.

Deja una respuesta